D. José María nació en
Onda, provincia de Castellón y diócesis de Tortosa, el 26 de octubre de 1874.
Al día siguiente recibió el bautismo con el nombre de José María Antonio
Bautista. Sus padres, José María Antonio y Carolina, gozaban de buena posición social
y económica.
Terminados los estudios
primarios en Onda, fue a Castellón a casa de unos tíos, como aprendiz de
confitero; pero muy pronto sintió la llamada de Dios. Escribió una carta a sus
padres diciéndoles que quería ser
sacerdote o trapense. Al curso siguiente, ingresó en el Colegio de San José de
Tortosa, como alumno del Seminario. Recibió la ordenación sacerdotal el 17 de
diciembre de 1904 en Tortosa.
El Beato Manuel Domingo y
Sol había visitado repetidas veces Onda. En 1885, para salir de los apuros
económicos que le agobiaban en extremo en el Colegio de San José de Tortosa, promovió
una campaña conocida con el nombre de «el santo billete», por los pueblos de la
zona. Don Manuel iba predicando en las parroquias.
Posteriormente estuvo
convaleciente en el ermitorio de Santísimo Salvador, de Onda, invitado por D.
Juan Villar Domingo, canónigo doctoral de Tortosa. Además en Onda había nacido
D. Francisco Osuna, uno de los primeros operarios, y Don Manuel visitaba
frecuentemente a su familia.
La familia de D. José
María quería fundar un beneficio para él en Onda. Pero Mosén Sol, prendado de
su bondad, sencillez y afabilidad de carácter, le invitó a ingresar en su Hermandad de
sacerdotes operarios y D. José María aceptó muy gustosamente para llevar una vida más comprometida sacerdotalmente. Así, pues,
siendo ya sacerdote, el 15 de enero de 1905 se incorporó como aspirante a las
tareas de la Hermandad, y el 12 de agosto de 1906 hizo la
consagración.
Su
primer destino fue el Seminario de Jaén, donde trabajó durante dos cursos como prefecto de disciplina
(1905-1907). En 1907 fue enviado al Colegio de San José para vocaciones
eclesiásticas de Valencia, donde estuvo como prefecto durante catorce años (1907-1921),
y seguidamente otros cinco como director (1921-1926). En 1926 fue nombrado
rector del Seminario de Tortosa y director del Colegio de San José, cargo en el
que sustituyó al Beato José María Peris. Y los dos últimos años de su vida
volvió a ocupar el cargo de director del Colegio de vocaciones de Valencia (1934-1936).
D.
José María se distinguía, sobre todo, por su bondad y humildad. Era muy eficaz
en las responsabilidades que le encomendaban. Para los seminaristas era un
verdadero padre: les daba un trato personalizado e intentaba crear entre ellos
un ambiente familiar en el Seminario.
Entre
los sacerdotes tenía un gran ascendiente, sobre todo en Valencia donde muchos
habían sido discípulos suyos. Cuando los veía en vacaciones, les preguntaba
cómo trabajaban apostólicamente, y muy gráficamente les decía que no le
gustaban los sacerdotes cómodos y de silla. Todos cuantos le conocieron
afirmaban unánimemente que se distinguía por una paz inalterable, por su bondad
y piedad. Era muy sencillo y humilde. Exquisitamente prudente. Se desvivía por
los alumnos, aunque no se paraba en contemplaciones cuando había que tomar
decisiones serias.
El
año 1936 amenazaba con nubarrones de muy negra tempestad en el horizonte
socio-político de España. Apenas conocidos los resultados de las elecciones del
16 de febrero, comenzaron los problemas. El día 18 tuvieron que enviar a los
colegiales de Valencia a sus casas por disposición del Prelado. Y ese mismo
día, a las 11 de la noche, se declaró el estado de guerra en la provincia de
Valencia. En la ciudad había manifestaciones revolucionarias, intentando quemar iglesias y casas religiosas, y en
los pueblos se producían muchos desmanes.
Al estallar la guerra el
18 de julio de 1936, después de poner al seguro con sus familias a los pocos
colegiales que había en el Colegio, se refugió en la casa de unos amigos. Su
hermano fue a buscarlo y lo llevó a Onda. Pero el pueblo estaba muy
convulsionado, y por precaución, estuvo oculto algunos días en una masía, donde
parecía estar más seguro. Su familia le llevaba la comida cada día. Pero cuando
se publicó el bando para que entregaran, bajo pena de muerte, a los sacerdotes,
volvió a casa de su hermano, para no perjudicar a la familia propietaria de la
masía donde se ocultaba. Aquellos días de ocultamiento los pasó en continua
oración. Con la ayuda de un seminarista, se procuró lo necesario para celebrar
la Eucaristía. Estaba convencido que le esperaba el martirio.
El día 7 de agosto, al
ver pasar el cadáver del joven coadjutor de Onda, Mosén José Martí, que había
sido alumno suyo, se conmovió y exclamó en voz alta: “¡Dichoso tú, hijo mío,
que nos precedes; no tardaré en seguirte!”. Para evitar que lo arrestasen
también a él, se marchó unos días a una finca.
El 11 de septiembre llegó
a Onda la tristemente famosa “columna de hierro” y detuvieron a todos los sacerdotes, 14 en total, y a 12
seglares. Cuando fueron a prenderlo a casa de su hermano, se arrodilló delante de su cuñada y su sobrina,
pidiéndoles perdón por lo que habían tenido que sufrir por su causa, y
rogándoles que perdonasen a sus asesinos como él los perdonaba. No tenía ningún
enemigo personal, ni preferencias políticas. Además, no había estado mucho tiempo
en Onda.
Llevaron a los detenidos
ante el Comité revolucionario. Ese mismo día los martirizaron sin mediar
proceso alguno. En el camión que los
llevaba al martirio, D. José María animó a todos a
aceptar la voluntad de
Dios y a que se preparasen para morir como mártires por el nombre de Cristo.
Todos fueron martirizados el 11 de septiembre de 1936 a mediodía en la carretera
de Bechí. Los cadáveres de los 26 quedaron abandonados en el lugar del martirio.
Posteriormente todos ellos fueron quemados y enterrados en una fosa común en el
cementerio de Bechí. Cuando concluyó la guerra civil, sus restos fueron
trasladados al cementerio de Onda.
Los restos de D. José
María pudieron ser identificados perfectamente por sus familiares. En Onda se
guardó la memoria de este hecho horrendo. Dedicaron una calle a los mártires y
cada 11 de septiembre conmemoraban su martirio, e incluso celebraban una
eucaristía en el lugar en que fueron ajusticiados.
El 25 de marzo de 2012 se
realizó la exhumación y el reconocimiento de restos de D. José y de sus
compañeros de martirio en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la
Asunción de Onda.
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