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dimecres, 12 de febrer del 2014

SOR LUISA GÓMEZ MESAS: Una vida de fidelidad hecha detalle

El pasado viernes, 7 de febrero, Sor Luisa, Hija de la Caridad de nuestra Residencia de Ancianos, veía cumplido su deseo, llegar a la casa del Padre. Desde hacía tiempo Sor Luisa hablaba de la muerte con toda naturalidad, mirándola de cara y entendiéndola como lo que es, una puerta que nos da acceso a la Vida. Consciente de que lo importante se encuentra detrás de la puerta (no en la puerta misma), Sor Luisa se fue preparando con unos detalles exquisitos para este definitivo momento. Por eso, los que hemos tenido la dicha de conocerle, especialmente sus Hermanas de Comunidad, intentamos vivir este momento con la paz que ella lo ha vivido.

Sevillana de cuna y de carácter, Sor Luisa nació hace 94 años y desde hace 70 años estaba vinculada a la Compañía de las Hijas de la Caridad. La mayor parte de su vida la pasó como educadora de niños y desde hace 34 años sirviendo a los ancianos en nuestra Residencia.

Desde la portería de la Residencia Sor Luisa acogía las visitas a los residentes, atendía el teléfono, vigilaba que algún anciano no saliese bien abrigado o despistado hacia la calle y recordaba todas esas cosas que se olvidan por despiste. Ella decía: “acuérdese de …”. Su presencia era rocosa, siempre estaba allí, dándose de la mejor manera que podía. Prácticamente desde que se inauguró la Residencia de Onda, Sor Luisa fue el rostro y la voz de la casa. Además, el Señor le concedió el don de ser una verdadera consejera, siempre dispuesta a escuchar y rápida para dar un consejo práctico a la vez que cargado del sentido común. Por ello, la portería parecía muchas veces un confesionario por el que hemos pasado todos.


Sor Luisa entendió toda su vida como una sucesión de detalles que podían ser ofrecidos a Dios. La corrección en las actitudes, en los gestos, en las palabras, en la vida espiritual y comunitaria, no eran sólo fruto de una exigencia sino que la obediencia del voto era vivida como un signo de fidelidad a Dios, al Padre que se fió de ella y la llamó a ser su hija querida.

Sor Luisa, junto a las demás Hermanas, nos ha dejado un regalo en nuestra Parroquia: la devoción a la Inmaculada de la Medalla Milagrosa. Con simpatía recordamos como ella disfrutaba repartiendo los calendarios de la Virgen el día de la fiesta. Algunas veces le decíamos: “Oye… ¡fíjate cuanta gente viene hoy a Misa sólo porque damos un calendario!” Y ella respondía diciendo: “Da igual.  Piense en cuantas casas va a entrar la Virgen”.


Que con María nuestra Hermana pueda disfrutar en la gloria de los santos. Mientras, nosotros, demos gracias al Señor por Sor Luisa. Oremos por ella y por las Hermanas. Y roguemos al Padre, Dueño de la mies, que envíe obreros –obreras- para la cosecha.

1 comentari:

  1. En nuestro recuerdo siempre estará Sor Luisa.
    Humilde, sencilla, agradecida, siempre dando las gracias por el mínimo detalle. Dicen que la vida se compone de pequeños detalles, que parece que no tienen importancia, pero que quedan en el recuerdo de las personas. Por ejemplo uno de los pequeños detalles que la caracterizaban, era dejar un par de chaquetas suyas en una silla de la portería para que no una, sino cualquiera de las trabajadoras que tuviésemos que salir fuera a la calle, fuésemos abrigadas. Aun hoy siguen sus dos chaquetas, que todas utilizamos alguna vez y nos hace elevar un "Gracias Sor Luisa".
    Otro pequeño detalle, es que cualquiera que venga por la residencia por Navidad, vera todavía los adornos pintados por ella, con tanto cariño y buen gusto.
    A pesar de los años, el Señor le conservo el conocimiento y al final siempre decía: yo tengo las maletas preparadas para el último viaje.
    El amor hacia la virgen era tan incondicional que el último día de su vida dijo con los ojos cerrados: “ayúdame Madre", poniendo su confianza en María para que la acompañase en el encuentro con el padre.
    Los empleados de la residencia siempre la tendremos en nuestros corazones.

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