El Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles a otro don del Espíritu Santo: la piedad que, como explicó, no tiene aquí el sentido superficial con que a veces se utiliza: tener lástima de alguien.
La piedad, como don del Espíritu Santo indica en cambio ''nuestra pertenencia a Dios y nuestra unión profunda con él; una unión que da sentido a toda nuestra vida y que nos mantiene firmes, en comunión con él, incluso en los momentos más difíciles''.
El Santo Padre aclaró a las decenas de miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro que esa unión no significa ni un deber ni una imposición. ''Se trata en cambio- dijo- de algo que sale de dentro, de una relación vivida con el corazón: es la amistad con Dios que Jesús nos ha dado y que cambia nuestra vida llenándola de entusiasmo y de alegría. Por eso, el don de la piedad suscita en nosotros ante todo la gratitud y la alabanza. Este es el motivo y el sentido auténtico de nuestro culto y nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace percibir la presencia del Señor y todo su amor por nosotros, nuestro corazón se alegra y nos sentimos movidos casi naturalmente a la oración... La piedad, por tanto, es sinónimo de espíritu religioso auténtico, de confianza filial con Dios, de esa capacidad de rezarle con amor y sencillez que es propia de las personas humildes de corazón''.
Este don, haciéndonos vivir como verdaderos hijos de Dios, nos lleva también a amar a los demás y a reconocerlos como hermanos.''Entonces -exclamó el Papa- ¡sí que estamos movidos por sentimientos de piedad -no de pietismo-!.'¿Por qué digo piedad y no pietismo? Pues porque algunos creen que tener piedad es cerrar los ojos, poner cara de imagen, cara de santo'', comentó Francisco que recurrió a un dicho piamontés, la región italiana de sus orígenes, para explicarlo mejor: ''Fare la mugna quacia'' (Poner cara de no haber roto un plato n.d.r) ...Eso no es el verdadero don de la piedad. El verdadero don de la piedad nos hace capaces de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir a quien se equivoca, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad. Hay, además, una estrecha relación entre la piedad y el sosiego. El don de la piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace sosegados, tranquilos y pacientes, en paz con Dios y al servicio de los demás con sosiego.
El Santo Padre concluyó citando la Carta de San Pablo a los Romanos: '' Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre! ''.Pidamos al Señor -terminó- que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y dudas y también nuestro espíritu inquieto e impaciente y nos convierta en testigos alegres de Dios y de su amor', adorando al Señor en verdad y también en el servicio del prójimo con sosiego y con la sonrisa que da siempre el Espíritu Santo en la alegría''.
Ciudad del Vaticano, 4 junio 2014
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